De forma periódica, Australia es azotada por incendios y otros desastres naturales. Últimamente, han sido los fuegos los que ha asolado una gran área de la superficie australiana, devastando zonas verdes y afectando también seriamente a ciudades y ciudadanos. Por si fuera poco, el agua de lluvia que sirvió para ayudar a paliar los incendios, tuvo el efecto secundario de producir inundaciones que también acabaron siendo dañinas en muchas zonas.
La buena noticia es que, de nuevo, la vida se abre paso y ya se está viendo como las zonas quemadas y devastadas comienzan a mostrar otra vez signos de vida tanto vegetal como animal. El contraste del suelo destruido con la vida emergente es espectacular a la vez de esperanzadora: